Soy un estudiante de periodismo que siempre ha querido estar en la crema misma, donde las papas queman. Yo estaría feliz si me invitarán hacer la práctica a Irak, o a perseguir huracanes como lo hace mi buen amigo Rafael. Creo que para eso estudio, no para estar en una oficina yendo todos los días a tribunales o a la Moneda, no es lo que espero.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de ir a Pichilemu, para grabar a un emprendedor social, un titulo que poco conocía y que en realidad no me interesaba mucho. El balneario no me atraía mucho, la historia me costaba encontrarle el hilo que la hiciera agradable para los televidentes, en realidad fui por ir, era un curso más, una nota para finalizar el semestre.
Cadudzzi Salas, el personaje, no me caía mal, solo lo encontraba un poco cerrado y de difícil comunicación. Él trabaja en la Corporación de Caletas Sustentables, su labor consiste en ayudar a los asentamientos de mareros (recogedores de algas de orilla) a modernizarse y hacer de su trabajo una labor más durable en el tiempo, además de diversificar su trabajo y no depender de un solo recurso.
Lo hermoso de este viaje, es que conociendo a los mareros he recuperado mi capacidad de asombro. Me he vuelto más permeable a las cosas sencillas de la vida, siempre he buscado historias que rayen con la fantasía o que simplemente no sean creíbles a simple vista, pero este viaje me ha dado una lección de vida. Hace tiempo que no conocía a personas que me entregaran mucho con tan poco y me hicieran crecer espiritualmente.
Un ejemplo, la señora Ana vive en Topocalma, un asentamiento que esta dentro de la hacienda del mismo nombre. El fundo funciona parecido a las novelas costumbristas de finales del siglo XIX, es decir, tienen una casa patronal, hay un administrador, existen los peones.
Dentro de este fundo que miles de hectáreas vive gente que no posee las condiciones mínimas de subsistencia, no tienen luz, agua potable, no tienen nada según nuestra visión urbana. Eso es lo que también creía antes de almorzar en la casa de la señora Ana. El plato fue una exquisita cazuela de ave, acompañado de una tortilla de rescoldo recién hecha.
Después de tragarme ese plato de comida porque estaba delicioso, Vilma la señora de Cadudzzi y quien nos sirvió de guía, nos contaba que ellos solo salen al pueblo una vez al mes para comprar la mercadería, que salir les cuesta 14 mil pesos, que el viaje lo hacen en los camiones que trasladan a los animales del dueño del fundo, que cuando llueve quedan aislados y que la posta solo funciona una vez al mes, por tanto si te enfermas y no abre la posta te puedes morir o tener las catorce lucas y rogar que no llueva para que tengas alguna posibilidad de sobrevivir y que solo comen carne una vez al mes y ese día la señora repartió cuatro raciones más a dos santiaguinos que nunca había visto en su vida.
Me siento más y mejor…gracias.
Hace unas semanas tuve la oportunidad de ir a Pichilemu, para grabar a un emprendedor social, un titulo que poco conocía y que en realidad no me interesaba mucho. El balneario no me atraía mucho, la historia me costaba encontrarle el hilo que la hiciera agradable para los televidentes, en realidad fui por ir, era un curso más, una nota para finalizar el semestre.
Cadudzzi Salas, el personaje, no me caía mal, solo lo encontraba un poco cerrado y de difícil comunicación. Él trabaja en la Corporación de Caletas Sustentables, su labor consiste en ayudar a los asentamientos de mareros (recogedores de algas de orilla) a modernizarse y hacer de su trabajo una labor más durable en el tiempo, además de diversificar su trabajo y no depender de un solo recurso.
Lo hermoso de este viaje, es que conociendo a los mareros he recuperado mi capacidad de asombro. Me he vuelto más permeable a las cosas sencillas de la vida, siempre he buscado historias que rayen con la fantasía o que simplemente no sean creíbles a simple vista, pero este viaje me ha dado una lección de vida. Hace tiempo que no conocía a personas que me entregaran mucho con tan poco y me hicieran crecer espiritualmente.
Un ejemplo, la señora Ana vive en Topocalma, un asentamiento que esta dentro de la hacienda del mismo nombre. El fundo funciona parecido a las novelas costumbristas de finales del siglo XIX, es decir, tienen una casa patronal, hay un administrador, existen los peones.
Dentro de este fundo que miles de hectáreas vive gente que no posee las condiciones mínimas de subsistencia, no tienen luz, agua potable, no tienen nada según nuestra visión urbana. Eso es lo que también creía antes de almorzar en la casa de la señora Ana. El plato fue una exquisita cazuela de ave, acompañado de una tortilla de rescoldo recién hecha.
Después de tragarme ese plato de comida porque estaba delicioso, Vilma la señora de Cadudzzi y quien nos sirvió de guía, nos contaba que ellos solo salen al pueblo una vez al mes para comprar la mercadería, que salir les cuesta 14 mil pesos, que el viaje lo hacen en los camiones que trasladan a los animales del dueño del fundo, que cuando llueve quedan aislados y que la posta solo funciona una vez al mes, por tanto si te enfermas y no abre la posta te puedes morir o tener las catorce lucas y rogar que no llueva para que tengas alguna posibilidad de sobrevivir y que solo comen carne una vez al mes y ese día la señora repartió cuatro raciones más a dos santiaguinos que nunca había visto en su vida.
Me siento más y mejor…gracias.
2 comentarios:
Compadrito, agradezco tu lección. Tenemos otra óptica. Jamás somos como queremos. Aprender del otro, qué buena enseñanaza.
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