* Mujeres: Más que merecido...

Es verdad don Luis es una figura gigante y ha marcado mi personalidad, pero quien realmente se merece los reconocimientos porque yo siga vivo es otra persona. Ella es la María, la Chencha, o mejor dicho, la vieja, puede sonar patético o repetitivo pero sin ella no sé si estaría dando vueltas por acá aún o en qué lugar estaría dando vueltas. Ella sostiene lo que para muchos es algo sin pies ni cabeza: mi familia.
Puta que ha tenido paciencia considerando la cantidad de cagadas que me he mandado. Pero ella siempre ha estado ahí retándome o poniendo el hombro junto a mí para salir del embrollo. Mi niñez no fue para nada triste a pesar de que no estuve con ella gran parte de mis primero años. La veía solo los fines de semana, a esa edad no tenía idea por qué pasaba todo esto. Solo recuerdo que los sábados la veía caminar desde la avenida con un gigante bolso azul al hombro y una sonrisa tan amplia como su paciencia.
Ahora estoy viejo y me doy cuenta de los sacrificios que hizo por mis nosotros. De lunes a sábado trabajaba en el Otto Shop, en la comuna de Las Condes en un turno inhumano salía de madrugada cerca de las seis de mañana, pero ella igual estaba a las 11 de la mañana en la casa del papá Lucho y la mamá Chila viendo a sus niños. Y ese bolso azul traía ropa limpia que lavaba después de sus horas de trabajo. Y gran parte de las ocasiones que la veía caminar desde la avenida hacia la casa era porque no tenía dinero para locomoción (tomaba dos micros en ese tiempo) y hacia el largo trayecto desde Conchalí a Renca caminando, pero que importaban las ojeras y el cansancio si podía hacer sonreír a sus niños.
Uno de los recuerdos que mejor guardo con mi vieja al lado fue cuando estaba muy enfermo y me llevó al hospital de urgencia, tenía como seis años y ella trabaja en una fuente de soda de la cual fue despedida por pedir permiso para llevarme al hospital. En la posta le dijeron que tendrían que inyectarme una penicilina con benzatina. Alrededor un griterío increíble, otras madres sosteniendo fuertemente el traste de sus hijos, pero mi viejita miraba que la enfermera cumpliera perfectamente. “Señora afirme al niño”, dice la enfermera. “No sé preocupe si no se moverá”, responde ella firme. La señorita de blanco quiso insistir pero la vieja no le dio espacio para nada más. Cuento corto, me pusieron la inyección, me dolió como diantre, no me moví y salí caminando de la sala a pesar del fuerte dolor que sentía en el cachete izquierdo con mi madre al lado. Aguante como tres cuadras caminando después me tomó entre sus brazos y me llevó a casa para descansar.
Esa es una de las cosas que más agradezco de la María y es que después de todo sabe como soy. Puede no gustarle, pero sabe como reaccionare ante determinados casos y eso se agradece, no sé si todos tienen la suerte de sentirse reconocidos por sus viejos.
Nunca la he visto descansar, aún hoy cuando ya es abuela sigue trabajando a un ritmo endemoniado. Se enoja si no la voy a ver o porque no como a mis horas y como debiera. Para ella seguiré siendo un niño y ella seguirá siendo mi viejita.
Ah, se me olvidaba el próximo 18 de julio está de cumpleaños… Feliz cumpleaños viejita.

JM

*Mujeres: A lo largo de mi vida han estado siempre cuidándome, retándome, maldiciéndome, pero a fin de cuentas están y nunca – al menos públicamente – les he agradecido, por lo tanto aprovechando la tribuna que me he creado en el ciberespacio cada una tendrá lo que se merece.