- Alo, José Miguel – me dijo una voz cariñosa a más no poder y con lágrimas esa mañana mientras estaba en la playa.
Ya de vuelta en Santiago, nuevamente ocurrió la misma escena, pero esta vez me adelante con el llanto.
…Siempre supe que estaban ahí. Caldera y Chañaral eran las estaciones que estaban marcadas en mi mapa cada vez que salía en dirección norte. Una extraña sensación me invadía cada vez que escuchaba de esos lugares, no sé porque si después de todo eran casi un mito.
Todos tenían algo que decir al respecto. En cada conversación que salían al ruedo alguien decía algo nuevo. De esta forma crecía aún más el mito sobre su existencia.
La cuestión es que hace menos de una semana, Diego el mayor se embarcó – por casualidad – a desempolvar uno de los misterios de la familia Guerrero: Dos mujeres (que raro)…
- Alo, si soy José Miguel – dije preocupado.
- Soy tu hermana – me respondieron, una vez en la playa y la otra en Santiago.
Mis ojos se mojaron instintivamente.
Después de no sé cuántos años puedo decir que los Guerreros están juntos.
Ya de vuelta en Santiago, nuevamente ocurrió la misma escena, pero esta vez me adelante con el llanto.
…Siempre supe que estaban ahí. Caldera y Chañaral eran las estaciones que estaban marcadas en mi mapa cada vez que salía en dirección norte. Una extraña sensación me invadía cada vez que escuchaba de esos lugares, no sé porque si después de todo eran casi un mito.
Todos tenían algo que decir al respecto. En cada conversación que salían al ruedo alguien decía algo nuevo. De esta forma crecía aún más el mito sobre su existencia.
La cuestión es que hace menos de una semana, Diego el mayor se embarcó – por casualidad – a desempolvar uno de los misterios de la familia Guerrero: Dos mujeres (que raro)…
- Alo, si soy José Miguel – dije preocupado.
- Soy tu hermana – me respondieron, una vez en la playa y la otra en Santiago.
Mis ojos se mojaron instintivamente.
Después de no sé cuántos años puedo decir que los Guerreros están juntos.
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