21 septiembre 2005

Caña, cañita,

No hay cosa más molesta que levantarse con caña. Es como una manera de pagar las culpas por haber bebido más de la cuenta o por gastar el dinero que no debías, simplemente porque se te calentó la garganta con los elixires del diablo y el calor de tu güergüero pudo más que la razón.
Hace dos días estuve con una caña de las malditas, esas que solo se pueden explicar cuando las sufres y que solo así sentirás algo parecido, porque una nunca es igual a otra.
Señores, he sobrevivido otro 18 de septiembre. Solo quedan en mi cuerpo los restos de alcohol y uno que otro choripan. El hedor a alcohol se fue – quien más lo agradeció fue mi novia - y solo queda el recuerdo de los vasos y las botellas desechadas.
Después de tantas cañas sufridas, ya me estoy acostumbrando a ella.
¡Caña te quiero!

1 comentario:

Elvira Anderson dijo...

no me hace ni una gracia...jejej
Además... ¿recuerdas que te esmeraste en dcecir que no era caña lo que habías sentido?